Vani Hari, también conocida como The Food Babe, está interesada en deshacerse de los aditivos artificiales para alimentos. Ella hizo una pregunta interesante en una revista británica. Si las empresas estadounidenses pueden eliminarlos para las ventas en Gran Bretaña, ¿por qué no pueden hacerlo para las ventas en América?
Ella ha reunido muchos ejemplos sorprendentes. Aquí hay uno solo para que miren la cantidad de aditivos que contienen la comida procesada en Panamá.
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¡Ayayai!
La ilustración muestra que un paquete de Doritos que se vende en América (top) contiene compuestos químicos controversiales como 'Rojo 40, Azúl 1 y Amarillo 5', pero no se usan en la versión del Reino Unido (arriba).
Impresionante, no? Espero que esto aliente algunos cambios en estas latitudes. Igualmente, Bettina Siegel acaba de escribir su nuevo libro. Kid Food: el desafío de alimentar a los niños en un mundo altamente procesado. Oxford University Press, 2019.
El libro es tan bueno, está tan bien escrito y es tan importante para todos los que compran comida para niños que ni las autoridades de educación y funcionarios de salud pública pueden dejar de leerlo. Este es un manifiesto magníficamente escrito, sincero y profundamente convincente que argumenta por qué y cómo debemos mejorar la alimentación de nuestros hijos de manera más saludable en el hogar, en las escuelas y los eventos deportivos. Kid Food proporciona la evidencia y los recursos; debería inspirarnos a todos a estar preocupados y comenzar a abogar por mejores políticas de alimentación infantil, ahora mismo.
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El libro es un tesoro de lo que dice sobre alimentar a los niños en el mundo occidental hoy en día: un clásico instantáneo. Su Apéndice solo hace que el libro sea imprescindible: enumera recursos sobre cómo alimentar a los niños, pero también cómo abogar por ellos.
En este momento, los niños panameños se ven afectados diariamente por una dieta que se llenan la barriga pero que no nutre, que evita el hambre inmediata pero abre la puerta a enfermedades posteriormente. Los factores que conducen a este trágico resultado son demasiado humanos: la codicia corporativa patética; ignorancia parental, confusión y fatiga; necesidad práctica, para aquellos que no pueden pagar alimentos más saludables; y, en el caso de las "golosinas", incluso el simple amor y afecto. Mejorar el paradigma actual requerirá no solo rechazar los poderosos intereses corporativos, sino también cambiar una cultura alimentaria profundamente arraigada. Es un trabajo muy pesado, pero la dificultad de la tarea no lo hace menos urgente o crítico. Y la buena noticia es que hay oportunidades donde todos podemos participar.