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CONFLICTOS DE INTERÉS

Rafael Carles

El dilema continua: comer carne versus comer plantas. Pero ahora ya no es solo un argumento de salud sino de conflictos de interés.

El mes pasado fue imposible dar seguimiento a todos los correos electrónicos que recibí con respecto al tema publicado en la revista JAMA titulado Backlash Over Meat Dietary Recommendations Raises Questions About Corporate Ties to Nutrition Scientists, Reacción sobre recomendaciones dietéticas de carne plantea preguntas sobre vínculos corporativos a científicos de nutrición.

Es precisamente lo que he venido diciendo desde hace tiempo. El artículo describe la reacción exasperada a una serie de artículos del año pasado en los “Annals of Internal Medicine” que cuestiona que las recomendaciones de comer menos carne son infundadas. Algunos de los investigadores involucrados en los documentos resultaron tener vínculos no revelados con los intereses de la industria de carne.

El artículo de JAMA señala que las objeciones a los documentos de “Annals” provienen de investigadores que tienen lazos con la industria de productos a base de plantas.

Es decir, el sesgo aparece no solamente dentro del marco de la investigación sino también en la interpretación de los resultados. Tomemos, por ejemplo, un estudio de un alimento saludable como son las nueces.

El estudio “Efecto de una intervención dietética de 2 años con nueces sobre el deterioro cognitivo es un ensayo aleatorio controlado preparado por más de catorce científicos (Am J Clin Nutr 2020; 00: 1–11). Las conclusiones demuestran que la suplementación de nueces durante 2 años no tuvo efecto sobre la cognición en ancianos sanos. Sin embargo, la fMRI cerebral y los análisis post hoc sugieren que las nueces podrían retrasar el deterioro cognitivo en los subgrupos con mayor riesgo. Estos resultados alentadores pero no concluyentes justifican una mayor investigación.

Los conflictos de intereses surgen luego que cinco de los autores del estudio recibieron fondos de investigación a través de sus instituciones de la Comisión de Nueces de California, dos eran miembros no remunerados del Consejo Asesor Científico de la Comisión, uno era miembro pagado del Grupo Asesor de Investigación de Salud de la Comisión, otro recibió honorarios de la Comisión por sus presentaciones, y tres recibieron apoyo de la Comisión para asistir a reuniones profesionales. Solo dos de los catorce autores informan que no tienen conflictos de intereses.

Este caso es un ejemplo clásico de sesgo de interpretación. Aunque el estudio no mostró ningún efecto de la suplementación de nueces, los autores interpretan sus resultados generales como alentadores, lo cual da un giro positivo a los resultados nulos. Las nueces y otros tipos de nueces son alimentos vegetales con grasas saludables. Mi pregunta es, ¿por qué la Comisión de Nueces de California necesitó hacer este estudio? Me imagino que para incentivar el consumo de nueces frente a las otras alternativas de avellanas, pecanas o macadamias, todas las cuales patrocinan sus propios estudios de resultados positivos.

El tema es que estudios como estos son principalmente dirigidos por expertos de marketing. Y nuevamente, sobre si la carne es saludable o no, y si no es saludable, a qué nivel de ingesta, son principalmente argumentos de marketing para promover o desincentivar el consumo. Por lo tanto, los estudios que incentivan o desincentivan consumo deben estudiarse de la manera más objetiva posible. Y la mejor manera es mantener la influencia de la industria lejos de tales estudios. Incluso si todo el método científico se aplicara bien de principio a fin y los resultados se manejaran con la mayor transparencia posible, cualquier lazo de los investigadores con las empresas patrocinadoras darían la apariencia de conflictos de interés. Por tanto, es mejor evitar estos lazos desde el primer momento.