El Hígado Graso
La pregunta de hoy es muy relevante de estos tiempos modernos: ¿qué causa la enfermedad del hígado graso, cómo saber si la padecemos, y qué dieta o el estilo de vida ayudan a prevenirlo o revertirlo?
A manera de introducción, el hígado graso es un espectro de enfermedades hepáticas que van desde una acumulación inicial de grasa en el hígado hasta una cicatrización peligrosa e irreversible conocida como cirrosis. Suele progresar lentamente, y cada etapa de cicatrización dura aproximadamente de siete a diez años. El hígado graso, la etapa más temprana, consiste en la acumulación de grasa sin inflamación. Con el tiempo, puede progresar a daño hepático y, finalmente, a cirrosis e incluso a cáncer de hígado.
El hígado graso se diferencia del tipo de enfermedad hepática que puede ser causada por el consumo excesivo de alcohol. No se asocia con el consumo de alcohol, sino con el síndrome metabólico. Generalmente resulta de una acumulación excesiva de ácidos grasos libres y triglicéridos. Otros factores que pueden agravarla incluyen algunos medicamentos, alteraciones hormonales como el hipotiroidismo y desequilibrios nutricionales.
Uno de los aspectos más peligrosos del hígado graso es que la mayoría de las personas no experimentan síntomas en las primeras etapas de la enfermedad, cuando podrían tratarla antes de que cause daños permanentes. Si el hígado graso progresa a la etapa de daño hepático, los síntomas suelen incluir fatiga, pérdida de peso inexplicable, debilidad y, más específicamente, un dolor sordo en la parte superior derecha del estómago, debajo de las costillas, donde se encuentran el hígado, la vesícula biliar, el páncreas y secciones del intestino delgado.
Si el hígado graso progresa a cirrosis, puede provocar ictericia y edema.
El hígado graso, aunque no es tan conocido como la diabetes, las enfermedades cardíacas o el cáncer, está increíblemente extendido. Es la principal causa de enfermedad hepática en todo el mundo, afectando al menos a una cuarta parte de la población adulta mundial. Más del 75% de las personas con obesidad y hasta el 90% de las que padecen obesidad grave también padecen de hígado graso.
Además, es una afección costosa: los economistas de la salud estiman que el costo directo anual del hígado graso en Panamá supera los 250 millones de dólares, a pesar de que en gran medida no se diagnostica. Esto se debe a su alta prevalencia y, en sus etapas más avanzadas y graves, requiere una atención multidisciplinaria costosa.
Al observar que la creciente prevalencia del hígado graso se asemeja a las epidemias de obesidad y diabetes tipo 2, algunos investigadores de la salud señalan que podría compartir causas fundamentales con estas y otras enfermedades metabólicas.
El factor más importante del hígado graso es el estilo de vida, especialmente la dieta. El hígado graso suele acompañar a otras afecciones relacionadas específicamente con una mala alimentación. Como hemos visto, la mayoría de los adultos obesos también padecen hígado graso, y el 90 % o más de las personas con hiperlipidemia (niveles altos de colesterol) también la padecen.
Uno de los principales mecanismos del hígado graso es la resistencia a la insulina. Esto se debe a que la insulina actúa como un transportador para introducir los carbohidratos en las células y que puedan utilizarlos como energía. Cuando el cuerpo tiene dificultades para procesar este proceso, esos carbohidratos no tienen adónde ir y pueden terminar convirtiéndose en depósitos de grasa en el hígado.
Los peores alimentos para el hígado graso son las bebidas azucaradas como las sodas, carbohidratos refinados como pan blanco , alimentos altamente procesados y fritos, carnes rojas y procesadas como tocino y salchichas, y el consumo excesivo de alcohol.
Los mejores alimentos para el hígado graso son los alimentos vegetales mínimamente procesados y ricos en fibra, como cereales integrales, frutas y verduras; alimentos y bebidas ricos en antioxidantes, como los frutos secos, verduras de hoja verde, té verde, y especialmente aquellos que son buenas fuentes de vitamina E; los alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, incluyendo fuentes vegetales como semillas de lino, semillas de chía, nueces y semillas de cáñamo; los alimentos probióticos y prebióticos como kimchi, chucrut, ajo y cebolla para mejorar la salud intestinal; y el café y té verde que pueden ayudar a reducir la inflamación del hígado.
La enfermedad del hígado graso es reversible. La herramienta más poderosa es cambiar la dieta y sustituir los productos animales y la comida chatarra altamente procesada por alimentos integrales de origen vegetal. Muchos expertos recomiendan una dieta mediterránea. Hacer ejercicio también puede ayudar. Intenta realizar al menos 150 minutos de actividad moderada a la semana para obtener el máximo beneficio. Mejorar la salud intestinal también puede ser útil. Tanto el aumento del consumo de fibra como la adición de prebióticos y probióticos pueden abordar el hígado graso mediante el desarrollo de poblaciones de bacterias beneficiosas que pueden mitigar la resistencia a la insulina.
Si tiene más preguntas sobre la enfermedad del hígado graso, no dude en escribirnos al correo lifeblends@gmail.com