Algunos de los mayores avances en la historia de la humanidad, han venido después de un desastre. Cada crisis abre un curso a lo desconocido y en un abrir y cerrar de ojos, lo imposible se vuelve posible. La historia en un instante puede significar algo terrible pero con el tiempo se han reconstruido países, descubierto inventos y desarrollado ideas para el bienestar de todos.
Por ahora, la pandemia del coronavirus es una epopeya de sufrimiento y todavía tiene muchos meses más por recorrer. Pero en medio de nuestra tristeza por el distanciamiento social y la pena de miles de personas perdidas, tenemos la oportunidad de rediseñar nuestro mundo.
Debido a que la alimentación es una de mis especialidades, les comparto un pantallazo de un par de cosas que podemos imaginar durante la pandemia para que después tengamos un mundo mejor y las personas sean más saludables.
Con seis de cada diez adultos con sobrepeso u obesidad, la mala salud y nutrición de la mayoría de los panameños es un hecho horrible y aceptado. Además, el número desproporcionado de muertes de Covid-19 atribuidas a diabetes y obesidad, estamos viendo, más rápidamente, cuánto puede matar este problema social. Esto no significa que debamos aislar a los diabéticos ni a los obesos, pero sí significa que, si bien consideramos la diabetes y la obesidad como problemas de salud pública tan mortales como fumar, podemos hacer algunos cambios estructurales importantes en el sistema alimentario.
Para empezar, deben existir comedores escolares gratuitos con alimentación nutritiva. Hay que eliminar las palabras “alimentación digna” del vocabulario gubernamental. La alimentación debe ser saludable, y para que sea saludable debe ser nutritiva. El tema no es dignidad, el asunto es que la alimentación es un derecho por Constitución Política y los alimentos deben ser nutritivos. Lamentablemente todos los gobiernos desde 1903 han pasado por alto esta realidad. Porque no es igual regalar un tercio de leche y un paquete de galletas para llenar la barriga que brindar alimentos nutritivos para promover salud. Por eso los niños que comen frutas y verduras en su edad escolar son más saludables y piensan mejor.
El otro problema es que vivimos en un país donde más de dos millones de personas enfrentan inseguridad nutricional mientras que el 40% de nuestra comida proveniente de Tierras Altas se desperdicia. Eso simplemente no tiene sentido. Tampoco tiene sentido que más de un millón de estudiantes reciben subsidios en forma de beca universal pero lo usan para comprar cualquier cosa, desde sodas y demás bebidas azucaradas hasta frituras y comida chatarra. Igual para el casi medio millón de adultos que cobran trimestralmente $120 y lo usan para comprar cualquier cosa, desde cigarrillos y licor hasta lotería.
La solución duradera a estos problemas es estandarizar la dieta mínima aceptada para la población. Sería un gran logro y un buen descubrimiento que durante esta pandemia podamos reconocer el valor vital de la alimentación en la salud de las personas. Por eso, esperamos que esta coyuntura logre captar la atención de las autoridades y colocar la seguridad nutricional como prioridad de Estado.
No sabemos cuándo llegará el próximo desastre pero si logramos aprovechar esta oportunidad para reflexionar sobre lo que somos y comemos, pudiéramos concluir que si más nada sucediera durante esta pandemia, habría valido la pena el maldito corona virus.