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¿Tamaño importa? El impacto de las porciones gigantes

Rafael Carles

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¿Tamaño importa? El impacto de las porciones gigantes

En ocasiones nos hemos referido a que el tamaño de las porciones es un problema de salud pública. Me dice una lectora que no entiende cómo hay lugares de expendio de comida chatarra donde todavía utilizan tamaños de 20 y hasta 32 onzas para servir sodas y otras bebidas azucaradas. ¡Y con “refill” gratis!

El tema central aquí, además de preguntarnos cómo es que todavía existen esos tamaños gigantes, es si las autoridades pueden hacer algo para establecer un límite en el tamaño de las sodas. Como defensor de la salud pública, creo que un límite de soda tiene sentido. Doce onzas proporcionan porción y media completas, alrededor de 40 gramos de azúcares y 150 calorías, el 8% de las calorías diarias para alguien que consume 2000 calorías al día. Imagínese un vaso de 20 onzas o peor aún 32 onzas.

Esa es una cantidad generosa. En la década de 1950, Coca-Cola decía que ese tamaño era lo suficientemente grande como para servir a dos personas.

Puede que a usted no le importe si las sodas son malos para la salud, pero a muchas otras personas sí les importa. Estos incluyen, entre otros, funcionarios que deben gastar dinero de los contribuyentes para cuidar la salud de personas con enfermedades crónicas relacionadas con la obesidad, empleadores que tratan con una fuerza laboral con enfermedades crónicas, padres y maestros de niños con sobrepeso, dentistas que tratan las caries y un militares desesperados por reclutas que puedan cumplir con los estándares de aptitud física.

La mala salud es mucho más que un problema individual y personal. Si estás enfermo, tu enfermedad tiene consecuencias para los demás.

Ahí es donde entran las medidas de salud pública. La analogía más cercana es la fortificación de alimentos. Tienes que comer vitaminas y hierro con el pan y los cereales quieras o no. Hay que usar cinturón de seguridad en un coche y casco en una moto. No se puede conducir arriba del límite de velocidad o bajo los efectos del alcohol. No se puede fumar en lugares públicos. ¿Dejaría que los individuos hicieran lo que quisieran en estos casos, independientemente de los efectos de sus decisiones en ellos mismos, en otras personas y en la sociedad? ¿No han hecho estas medidas una vida más saludable y segura para todos?

Todo lo que el límite del tamaño de una porción de soda o demás bebidas azucaradas está diseñada es hacer que la elección de alimentos predeterminada sea la opción más saludable. No se trata de negar la elección. Si desea más de 12 onzas, ningún funcionario del gobierno le impedirá pedir tantos tamaños como desee. Lo que me preocupa del argumento de la libertad de elegir es que desvía la atención del verdadero problema: los feroces esfuerzos de la industria de las sodas por proteger las ventas de sus productos a cualquier costo monetario o social.

La resistencia contra el límite del tamaño es un ejemplo perfecto. Está financiado por la industria, los gremios comerciales, las asociaciones empresariales y también por las corrientes libertarias, a un costo que debe ser astronómico. Para confundir al público acerca de las ganancias corporativas como motivo, estos grupos de apoyo a la industria reclutan cabilderos, lobistas y aduladores para presentar argumentos pueriles en nombre de sus clientes.

No importa que la tasa de obesidad en Panamá sobrepase los límites de la comprensión, estos grupos van por lo suyo y descaradamente nada les importa, solo sus ganancias. Han llegado incluso a tildar estas iniciativas como clasistas, sectarias y discriminatorias. ¿Es un límite en el tamaño de las sodas discriminatorio contra algún grupo de la sociedad? De ninguna manera. Las medidas de salud pública tienen como objetivo aliviar las disparidades en salud y brindar a todos el mismo acceso a dietas y estilos de vida saludables. Esto hace que la salud pública –e iniciativas como la del límite de las porciones de las sodas– sean ampliamente inclusivas y democráticas. Si algo es antidemocrático y elitista es ofrecer a los consumidores productos dañinos y malsanos. Al financiar y respaldar a la industria, queda claro que las empresas de comida chatarra harán todo lo posible para proteger sus ganancias, incluso si eso significa desacreditar a los grupos que más se beneficiarían de esta iniciativa de salud pública bastante benigna.

Si tiene alguna otra pregunta, no dude en escribir a lifeblends@gmail.com